Clases de música en la era del coronavirus. Ahora más que nunca

clases de música

Estamos ante una de las épocas más difíciles que se han vivido en muchos años. Incertidumbre, ansiedad, miedo, enfado, frustración…Son innumerables los adjetivos para describir los estados anímicos por los que, por desgracia,  nos estamos acostumbrando a transitar. ¿Por qué es importante mantener, en la medida de lo posible, actividades como las clases de música, danza, deportes en general…?

Cada vez es más complicado no vivir constantemente en un mundo virtual.

La tecnología ha transformado nuestras vidas. Es una herramienta muy potente que hace nuestro día a día mucho más fácil. Nos conecta con seres queridos que están lejos, nos permite hacer compras rápidas sin salir de casa, podemos acceder a cualquier información en un click, operaciones bancarias… No obstante, y como todos sabemos, también tienen su lado oscuro. Independientemente de los riesgos que conllevan, por ejemplo, las redes sociales en cuanto a privacidad (y otros riesgos más directos en los que no voy a profundizar),

hay un riesgo que siempre ha estado ahí desde que existen este tipo de servicios en la red. Sumergirse en espacios virtuales. Evadirse de la realidad. Desconectarse del mundo que nos rodea.

Además, desde que la pandemia del Coronavirus llegó, la utilización del mundo virtual se ha multiplicado. La limitación de la movilidad, de servicios presenciales con el consecuente incremento exponencial del teletrabajo sumado a las clases telemáticas que los estudiantes se ven obligados a realizar, hacen que todos estemos condicionados a la utilización de internet.

Esto, inevitablemente, tiene consecuencias directas en nosotros y, sobre todo, en los más vulnerables. Niños y adolescentes que, por el punto en el que se encuentran de desarrollo, no pueden todavía plantearse ni poner límites a unas plataformas que tienen perfectamente estudiadas la estrategias para hacer que permanezcamos enganchados a la pantalla.

Las clases de música nos ayudan a salir del mundo virtual y conectar con el momento.

Es una actividad que necesita que estés presente. Necesita de tu atención. Cuando estás en clases de música para aprender a tocar un instrumento necesariamente tienes que salir del espacio virtual. Más allá de los beneficios a nivel de psicomotricidad que aporta la música, poder desconectar del teléfono (que muchas veces va a sociado al trabajo), de las redes sociales, del mundo paralelo…es sin duda reparador.

Aprender a tocar un instrumento nos enseña a frustrarnos.

Las nuevas generaciones que han crecido con smartphones, tablets  y redes sociales tienen al alcance de su mano un poder de información como nunca en la historia de la humanidad. Esto, como hemos mencionado anteriormente, tiene su lado negativo. Son generaciones acostumbradas a la inmediatez. Acostrumbrados a que las cosas se saben rápido, se arreglan rápido y sobre todo, cuestan poco de conseguir. Esto es algo a lo que debemos prestar mucha atención. No sólo las nuevas generaciones viven con estas creencias,  sino que los que hemos conocido otras épocas nos hemos acostumbrado.

Por una sencilla razón. La comodidad.

Tocar un instrumento no tiene atajos. Ni trucos. No hay métodos milagrosos para aprender a tocar el piano en 15 días (aunque ya he visto anuncios en facebook que así lo aseguran). Las clases de música tienen un proceso ineludible. Hay que acostumbrarse a un nuevo lenguaje. Nuevas posturas. Dominar la técnica de un instrumento requiere de un elemento que hy en día escasea. La paciencia. Trabajar este aspecto nos enseña necesariamente que a veces las cosas no salen como ni cuando uno espera. Si invertimos tiempo en ella, sin duda cosecharemos resultados.

Ayuda a mejorar la disciplina

Aprender música no sería posible sin un disciplina. Aunque es importante desmarcarnos del concepto militar y de obediencia que se asocia a la disciplina.

Hay muchas leyendas urbanas que asocian el estudio musical a una esclavitud del estudio. Nada más lejos de la realidad.

Cuando hablamos de disciplina, sobre todo en la etapas tempranas del estudio de la múisca, hablamos de que avanzar en un instrumento necesariamente irá ligado a la práctica. No hablamos de sesiones maratonianas de estudio, pero sí de poder poner en práctica lo aprendido en la clase. Con cierta reguaridad. Siempre un tiempo proporcional al nivel del alumno. A medida que el alumno vaya descubriendo su instrumento, su nivel de disciplina para con él sera mayor, sin la sensación de estar siendo disciplinado. Estará motivado.

Las clases de música como fuente de motivación.

Las consecuencias más directas de aprender a frustrarse mediante el aprendizaje de una disciplina artística son la motivación. Dominar un instrumento musical, o sentir que empezamos a dominarlo, siempre aportará una sensación de satisfacción como pocas disciplinas pueden aportar. No sólo se obtiene placer de desarrollar la habilidad, sino que también puedes mostrar tus logros y encontrar nuevos objetivos. Esa canción que siempre has querido tocar, formar parte de una banda u orquesta…

Del mismo modo, dominar un instrumento musical hará que seas capaz de valorar mejor los conciertos y los directos a los que asistas. Esto es de por si una fuente de mayor disfrute y, sin duda, motivación.

Las clases de música como herramienta para mejorar la autoestima.

Los conciertos o audiciones son una forma de exponerse y de plantar cara a un miedo muy visceral e intrínseco al ser humano. El ridículo. Vergüenza. Como quiera que cada uno lo llame. Eponerse a un público es siempre fuente de nervios. Bien conducido y trabajado, puede ser una oportunidad de sentir una enorme autorrealización. Aceptar cómo es cada uno y,sobre todo, aceptar nuestros propios errores.

La música como fuente de placer.

Si, efectivamente. La música no sólo aporta placer al escucharla. Interpretar una canción, es decir, ser sujeto activo en la creación artística es una de las experiencias más placenteras que se pueden experimentar. Ahora que estamos privados de tantas cosas (hasta de respirar normalmente por la calle), es más importante que nunca seguir nutriéndonos de algo que realmente alimente nuestra esencia.  Nuestra curiosidad. Nuestro afán por el disfrute.

 

Ahora más que nunca, clases de música.

 

 

 

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