¿Clases de música online? No gracias.

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Las clases de música online se han multiplicado desde la pandemia por razones más que obvias.  No ha sido cuestión de voluntad o de un cambio social natural. Ha sido fruto del mazazo que hemos recibido el conjunto de la población mundial desde aquel fatídico mes de marzo de 2020.

2 años hace desde que el mundo cambió para siempre.

Algo que ni si quiera teníamos en nuestros esquemas como posibilidad real ocurrió. Los que avisaban de la gravedad de lo que se avecinaba fueron tachados de agoreros y alarmistas por muchos (entre los que me incluyo). Tengo que admitirlo, jamás pensé que algo así pudiera ocurrir. Posiblemente nadie se lo esperara.

Pero ocurrió.

 

Todos encerrados en nuestras casas salvo servicios esenciales. Sólo podías salir de casa para pasear al perro o para ir a comprar. Esas colas de gente con su carro esperando su turno para entrar en el supermercado. Esas calles vacías, ese sonido sepulcral, esos aplausos en los balcones…

Todas las clases del mundo entero dentro del vasto universo del aprendizaje tuvieron que impartirse por la vía telemática. De repente empezaron a sonar con mucha fuerza las plataformas hasta entonces escondidas en un plano más discreto. Se utilizaban antes, sí, pero en el ámbito familiar (para los que tenemos a los nuestros lejos desgraciadamente) e, imagino, en el ámbito de los negocios. Zoom, Skype, Teams…se convirtieron en nuestro pan de cada día. Nuestra forma de sobrevivir. Compramos cables de red de alta velocidad, auriculares, micrófonos inalámbricos, pizarras, WhatsApp para organizar las clases…y hasta hoy.

Seguimos sufriendo en los últimos coletazos de la sexta ola. Muchos piensan que el virus está dando sus últimas bocanadas de vida. Otros, en cambio, auguran inviernos de colapso por las posibles cepas que puedan venir. Lo que nadie puede negar es que seguimos con mucha incertidumbre. Cierta crispación y, sobre todo, mucho cansancio de la situación que se ha convertido en el argumento de la película “El día de la marmota”.

Desde la panorámica interna de Vento no hemos notado un cambio estructural en cuanto a las costumbres de nuestros alumnos. Es decir,

no ha habido un movimiento hacia la sustitución de las clases presenciales por las clases de música online de forma preferencial.

No tenemos constancia de un sólo alumno que prefiera las clases online a las clases en vivo y en directo. Es verdad que, dado el alto número de contagios y cuarentenas, muchos nos han solicitado de forma puntual el servicio telemático. Esto, obviamente, conlleva un implemento de la logística por parte del equipo docente considerable, pues debemos estar muy atentos y disponer de todos los medios para que la actividad pedagógica no se vea interrumpida.

Parece ser que los augurios sobre un posible cambio del paradigma social en cuanto a las costumbres no han sido tal.

 

El cambio hacia la clausura y el aislamiento no forman parte de las consecuencias, aparentemente, del coronavirus.
El economista Juan Ramón Rallo en su canal de YouTube habla sobre indicios en los mercados bursátiles que indican que la economía está girando en favor del final de la pandemia. Sin ánimo de entrar en detalles sobre economía sobre los cuales no tengo suficiente base, lo que sí queda claro en el vídeo y muy fácil de entender es que las principales tendencias de consumo doméstico (Zoom, Netflix y una compañía que fabrica bicicletas estáticas de la cual no recuerdo el nombre) que se dispararon al inicio de la pandemia acaban de sufrir un revés importante en la bolsa. Caídas muy fuertes debido a un frenazo en la demanda. Es decir, la gente está dejando de usar tanto estas plataformas y servicios.

Sin duda y en mi humilde opinión, esto son muy buenas noticias. La gente, la humanidad, no soportamos el aislamiento. No estamos hechos para operar de forma constante desde nuestro aislamiento en nuestras casas. Necesitamos un hogar, por supuesto. Necesitamos cuatro paredes y un techo donde sentirnos cómodos, reconfortados, protegidos…pero necesitamos salir. Necesitamos el calor de otras personas, necesitamos esas risas cómplices de los amigos. Los abrazos. Los brindis. Los trotes en el parque, los partidos de fútbol. Bailar, cantar, tocar con nuestra banda, nuestro grupo, nuestro ensemble.

Nuestros escenarios, tanto tiempo vacíos, sólo proyectaban el eco de la añoranza.

Y cuánto hemos echado de menos los aplausos de nuestro querido público.

Era necesario volver a la “normalidad”. Con mascarillas, con distancia, con incertidumbre, con cierto miedo aún, con tristeza por los que se han ido, con magulladuras emocionales.

Con todo. Pero lo que está claro es que lo que le hemos dicho al Coronavirus es que, con nosotros, con nuestros más y nuestros menos, nadie puede.

¿Clases de música online? No, gracias.

 

Rubén Pérez. Director.

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